Cinco dimensiones del autocuidado para una vida más saludable y equilibrada
El 24 de julio se conmemora el Día Internacional del Autocuidado, una fecha que desde 2011 busca visibilizar la importancia de cuidar de uno mismo como una práctica diaria, consciente y compartida.

Más allá de las recomendaciones sobre alimentación, ejercicio o descanso, la conmemoración el 24 de julio del Día Internacional del Autocuidado invita a repensar el autocuidado como un enfoque amplio que atraviesa el bienestar físico, emocional, mental, social y espiritual.
“La Organización Mundial de la Salud ha señalado que la salud no se limita a la ausencia de enfermedad, sino que implica un estado de completo bienestar. Desde esta perspectiva, el autocuidado se define como la capacidad de cada persona para tomar decisiones y adoptar hábitos que contribuyan a preservar, mejorar o recuperar su salud. Es un proceso activo y permanente que no solo requiere del compromiso individual, sino que también se nutre del entorno, las redes de apoyo y el acceso a información y servicios adecuados”, dijo Laura Rivera, profesora de la Maestría en Actividad Física y Salud de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario.
Practicar el autocuidado tiene efectos significativos en la calidad de vida. Ayuda a reducir el estrés, prevenir el agotamiento físico y emocional, fortalecer la autoestima y generar mayor consciencia sobre las propias necesidades. Además, promueve la prevención de enfermedades, mejora la adherencia a tratamientos en personas con condiciones crónicas y potencia la recuperación en quienes enfrentan situaciones de salud mental como la ansiedad o la depresión, comentó la académica.
Explica Rivera que el autocuidado puede abordarse desde dos niveles complementarios: el autocuidado individual, que se refiere a las acciones personales dirigidas a identificar y atender las propias necesidades de manera consciente, responsable y sostenida en el tiempo, y el autocuidado colectivo, que comprende las prácticas compartidas con otros y que contribuyen a construir entornos protectores, solidarios y emocionalmente seguros. Cuidarse también es cuidar a los demás.
Las cinco dimensiones del autocuidado
Diversas organizaciones han propuesto una clasificación que ayuda a entender mejor esta práctica y aplicarla de forma más consciente en la vida diaria. Estas son las cinco dimensiones clave del autocuidado:
1. Autocuidado físico. Implica el conjunto de acciones destinadas a mantener el bienestar del cuerpo: llevar una alimentación balanceada, practicar actividad física, tener buenos hábitos de higiene, dormir lo suficiente, asistir a controles médicos y evitar el consumo de sustancias nocivas. Una alimentación consciente, el descanso reparador y el ejercicio regular son pilares para una vida saludable.
2. Autocuidado emocional. Se refiere a la capacidad de identificar, expresar y gestionar las emociones de forma adecuada. Incluir momentos de gratitud, establecer límites sanos, reconocer lo que se siente sin juzgarse, buscar espacios de expresión emocional o incluso evitar relaciones que generen daño, son formas concretas de fortalecer esta dimensión.
3. Autocuidado cognitivo. Tiene que ver con la salud mental desde el pensamiento. Estimular las capacidades intelectuales, mantener hábitos de lectura, escribir, aprender cosas nuevas, ejercitar la memoria y desarrollar habilidades como la atención plena o la reflexión crítica son prácticas que favorecen el pensamiento claro y el bienestar mental. También incluye cuidar los pensamientos, especialmente aquellos que afectan la percepción sobre uno mismo o el entorno.
4. Autocuidado social. Implica cultivar vínculos saludables con las personas cercanas: familia, amigos, colegas o comunidad. Establecer límites, fortalecer redes de apoyo, escuchar activamente, pedir ayuda cuando se necesita y construir relaciones basadas en el respeto mutuo y la comunicación son formas efectivas de proteger esta dimensión. La calidad de nuestras relaciones tiene un impacto directo en la salud.
5. Autocuidado espiritual. Se refiere a la conexión con los propios valores, creencias y propósito de vida. No necesariamente está ligado a la religiosidad, sino a la posibilidad de encontrar sentido, calma y bienestar interior. Puede ejercerse a través de prácticas como la meditación, el agradecimiento, la contemplación, la conexión con la naturaleza o la reflexión personal. Esta dimensión es una fuente importante de resiliencia, especialmente en momentos de adversidad.
Indica la académica que el autocuidado es una actitud activa y constante hacia el bienestar personal, que implica reconocer límites y fortalezas para enfrentar mejor los desafíos de la vida. No es un acto de indulgencia, sino una práctica que fortalece la toma de decisiones, el establecimiento de límites y la conexión con lo esencial. A menudo requiere apoyo profesional, especialmente en situaciones de vulnerabilidad, y sus beneficios se acumulan en la vida diaria, desde mejorar el sueño hasta pedir ayuda o reconectar con lo que inspira.