Educación

Deserción y baja natalidad: el doble reto que amenaza el futuro educativo en Colombia

Las proyecciones internas de Fe y Alegría advierten que, si la tendencia actual de disminución de la natalidad continúa, Colombia enfrentará para 2030 una reducción cercana al 50% en nacimientos en ciudades como Bogotá, lo que transformará la estructura del sistema escolar e incrementará el riesgo de cierre de instituciones. ● La deserción educativa entre los 12 y 16 años se consolida como una de las mayores alertas nacionales, pues expone a miles de adolescentes a entornos de violencia, informalidad y exclusión, obstaculizando su tránsito hacia la educación superior y el empleo digno.

En Colombia, más de 900.000 niños, niñas y adolescentes permanecen por fuera del sistema escolar en 2025, según datos del DANE y del Sistema Nacional de Información de Educación Básica (SINEB). A esto se suman los más de 335.000 estudiantes que abandonaron sus estudios y los 725.000 que repitieron el año en 2024. Las cifras dibujan un escenario crítico que, lejos de ser coyuntural, se convierte en una amenaza estructural para el país.

“La deserción a los 12 o 13 años es una alerta nacional porque significa quedar expuesto a violencia, trabajos indignos o rupturas profundas en su proyecto de vida”, advierte el Padre Juan Manuel Montoya Parra, S.J., Director Nacional de Fe y Alegría Colombia. Pero el problema no termina allí: el país también enfrenta una caída histórica en los nacimientos. Entre 2008 y 2024, el número de nacimientos disminuyó un 37 %, y las proyecciones indican que ciudades como Bogotá podrían perder hasta la mitad de sus nacimientos hacia 2030.

Desde Fe y Alegría, red educativa con presencia en zonas de alta vulnerabilidad, se advierte que las causas de la deserción son múltiples y complejas. En muchas familias, la movilidad laboral obliga a los menores a cambiar de ciudad; en otros casos, los adolescentes optan por trabajos informales para contribuir a la economía del hogar. En zonas rurales, persiste la expectativa de que los hijos trabajen desde temprana edad, mientras que la violencia y el reclutamiento en sectores urbanos empujan a miles de jóvenes fuera del aula.

“Nuestros colegios son un refugio. El afecto, el reconocimiento y el sentido de comunidad son estrategias tan efectivas como cualquier currículo académico. Cuando un estudiante se siente valorado, permanece”, afirma el Padre Montoya, insistiendo en que la permanencia escolar depende tanto de las condiciones pedagógicas como de los vínculos humanos.

El panorama, sin embargo, plantea un desafío aún mayor: la inminente transformación del sistema educativo ante la disminución acelerada de la demanda escolar. Con menos niños naciendo cada año, Colombia se enfrenta a una posible ola de cierres o fusiones de instituciones educativas en menos de una década.

“No podemos esperar a que llegue ese año para reaccionar. La caída de la natalidad, sumada a la deserción, nos obliga a pensar hoy en cómo reestructurar el sistema educativo colombiano”, advierte el directivo. Esto implica un diálogo nacional que convoque a sectores públicos, privados y sociales para anticiparse a los cambios que ya están en marcha.

Fe y Alegría hace un llamado urgente a revisar las estrategias de aseguramiento de matrícula, fortalecer la educación rural, crear modelos flexibles y establecer incentivos reales para la permanencia de adolescentes en el sistema. Más allá de los números, cada niño que abandona la escuela es un futuro que se interrumpe; y cada nacimiento que no ocurre, un desafío que compromete la sostenibilidad del país.

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