El silencio mediático frente al bien que sí se hace: el caso del ICBF

Por Rubén Rodríguez García
Vivimos una época en la que el ruido vende más que la construcción, y la indignación se viraliza más que la esperanza. En este contexto, los medios de comunicación —muchos de ellos atrapados por la lógica del rating y la inmediatez— han relegado a un segundo plano las noticias positivas, las historias que transforman vidas en silencio, sin aspavientos. Uno de los casos más evidentes es el del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), una entidad que, pese a su incansable labor en los territorios, suele quedar fuera del lente benevolente de los grandes titulares.
En este gobierno, el ICBF ha intensificado sus esfuerzos por proteger y promover los derechos de los niños, niñas, adolescentes y familias en todo el país. Sin embargo, pareciera que sólo se vuelve “noticia” cuando ocurre una falla aislada, cuando una cifra se interpreta sin contexto, o cuando un hecho, muchas veces subsanable mediante una entrevista o rectificación, se amplifica desproporcionadamente. ¿Dónde están los titulares que celebran lo que sí se está haciendo bien?
Hablemos con datos y acciones concretas. Solo en la vigencia 2024-2025, el ICBF ha impactado a más de 6 millones de personas a través de sus diferentes modalidades de atención. Se han fortalecido los programas de atención a la primera infancia, con estrategias como Somos Familia, Somos Comunidad, que no solo garantizan alimentación y cuidado, sino que trabajan por el desarrollo emocional, cognitivo y comunitario de los menores y sus familias.
En zonas rurales y apartadas, donde el Estado llega con dificultad, el ICBF ha sido la presencia permanente, llevando no solo alimento y orientación psicosocial, sino también diálogo social y herramientas de participación ciudadana. En Bolívar, por ejemplo, recientemente se llevó a cabo el Primer Encuentro Regional de Participación Infantil, un hito que materializa el derecho de niños y niñas a ser escuchados, a proponer y construir desde sus propias voces.
Además, con programas como Atrapasueños, se está trabajando con adolescentes para prevenir el reclutamiento forzado, el consumo de sustancias y el abandono escolar. Y en paralelo, se fortalece la atención a madres gestantes, personas en riesgo de inseguridad alimentaria, y familias en contextos de violencia.
Pero todo esto —el esfuerzo de miles de servidores públicos, operadores y comunidades articuladas— rara vez tiene eco en los medios. Pareciera que la narrativa que vende es la del escándalo y no la de la transformación. Y eso es injusto, no para la institución como estructura, sino para los millones de colombianos que encuentran en el ICBF una mano extendida, un respaldo real en momentos difíciles.
No se trata de maquillar errores ni de evitar el escrutinio. Se trata de equilibrar la balanza. Si una entidad cumple su labor, innova, escucha y ajusta sus procesos para mejorar, merece también que eso se cuente. Porque detrás del ICBF no hay solo un nombre o un logo institucional: hay niños que hoy tienen un plato de comida caliente, adolescentes que hoy sueñan con una vida diferente, familias que, gracias al acompañamiento recibido, han comenzado un proceso de restauración.
Contar esas historias también es hacer periodismo. Y tal vez sea hora de que, como sociedad, comencemos a preguntarnos qué tanto nos está costando dejar en la sombra lo que brilla con luz propia. El ICBF no es perfecto —ninguna institución lo es—, pero no hay duda de que está haciendo bien lo que sabe hacer: proteger, cuidar y construir bienestar.
Texto escrito por Rubén Rodríguez García para En Positivo
Publicado el 13 de mayo de 2025.