“Maldito el hombre que confía en el hombre”.
.Por: Jorge Soto Daza.
Cae perfecta esta frase bíblica, para dibujar el comportamiento de las diferentes autoridades de nuestro país, que son elegidas por el elector primario y que cuando llegan a la ordenación del gasto, cambian de manera transversal en sus actitudes y relación con quienes los llevaron a conseguir tal jerarquía.
Basta mirar al primer mandatario y a quienes por orden de charreteras manejan los entes territoriales y corporaciones públicas. Cuando el presidente Petro estaba en campaña, hablaba de cambio extremo para el manejo de la administración del país. Sin embargo, muchos lo critican porque buscó el apoyo de corruptos reconocidos, especialmente de personas ‘sub judices’ y tracaleros de marca, que pertenecieron a las mafias políticas que han desangrado la nación.
¿Podrá creerse en ellos? Ni que decir de gobernadores y alcaldes, que antes de convertirse en autoridades administrativas ofrecen el oro y el moro para luego salir con ‘patas de banco’.
Esos mismos políticos comen en el mismo plato con quienes luego los premian con el voto, pero después no quieren atenderlos en sus despachos y los miran por encima del hombro.
“El doctor está ocupado, salió de viaje”, repiten sus secretarias y asesores, en un sonsonete sin fin hasta que vuelven a necesitar del voto. Cierto es que hay quienes terminan siendo excepción de la regla, pero esos pueden contarse con los dedos de una mano y te van a sobrar dedos. Más de dos…